Algunas veces sucede que tenemos todo muy bien planificado y por algún motivo que se sale de nuestras manos nada nos resulta, pero otras veces sin planear nada todo sale de maravilla. Algo así fue lo que nos sucedió con la nueva Suzuki Gladius, teníamos planes para salir a rodar con ella la última semana de diciembre, aprovechando el ansiado mini-verano, pero la moto no llegó a tiempo a nuestras manos y todo se nos vino abajo.
Como dicen por ahí, al que le van a dar le guardan, y así fue, finalmente y sin proponérnoslo se juntaron todos los ingredientes para que esta prueba se convirtiera en una de las mejores y más exigentes que hemos realizado. La moto llegó en el momento preciso, justo para aceptar la invitación de unos amigos para rodar diez días por Boyacá, Meta y Casanare, en una ruta de 3.000km donde no faltó nada.
Esta prueba se hizo en el año 2011, e hizo parte de la edición impresa número 102, esperamos que este material de nuestro archivo sea de su interés.
Al decir que la moto llegó en el momento preciso no les exagero, a las 8 de la noche de un miércoles arribó a nuestra oficina un camión que traía la Suzuki Gladius directamente desde la ensambladora en Pereira. Justo a tiempo, porque al otro día a las 5:30am debía encontrarme con mis compañeros para salir de Medellín a Ubaté, en Cundinamarca, en lo que sería la primera etapa de este viaje. Así las cosas no tuve tiempo de familiarizarme con mi nueva compañera, escasamente revisé aceite, presiones, refrigerante, le puse los espejos que llegaron en una caja, hice una inspección visual para comprobar que no hubiera nada flojo y me enfoque en resolver el tema del equipaje.
Eligiendo la ruta
Después de considerar las pocas opciones que me brindaba la Gladius, decidí que viajaría sobre el depósito de combustible en un “tank-bag” de imanes, pero debido a que los laterales del tanque son plásticos tendría que asegurarlo con una red elástica que se fijaría fácilmente a la estructura tubular del chasis. Después de varias mañanas marcadas por el agua, el día 1 comenzó con cielo despejado, el clima parecía sonreírnos y eso era motivación extra para encarar los 530km que teníamos por delante.
Este año decidimos comenzarlo llevando la última novedad de Suzuki a un viaje de 3.000km por carreteras de Boyacá, Casanare y Meta.
A la moto me subí cuando apenas tenía 480km en su tablero, por cierto un cuadro de instrumentos muy bien presentado, con indicador de cambios incluido y al que solo le falta el medidor de combustible para ser perfecto. Considerando el poco kilometraje de mi compañera y que era mi primer contacto con ella resolví tomar con calma esa primera jornada, sería una etapa de aproximación y a la vez le daría al motor un tiempo para terminar de asentarse bien antes de comenzar a exprimirlo.
Las primeras impresiones fueron positivas, a medida que cruzábamos la cordillera rumbo al valle del Magdalena Medio me fui sintiendo cada vez más a gusto en una moto que es muy compacta y especialmente esbelta gracias a su motor V2, pese a esto el asiento mostró rápidamente que no sería el más confortable, con una espuma tirando a dura y una forma que nos empuja hacia delante, obligando a ir muy pendientes de nuestras partes nobles, tanto en baches, como en descensos inclinados y en frenadas fuertes, en todo lo demás Suzuki logró una moto de esas en las que uno se sube y de inmediato se siente como si la conociera de toda la vida, en otras palabras, una moto fácil y amigable al máximo, ideal para quienes desean dar el salto a cilindradas mayores.
El tablero de la Suzuki Gladius es muy completo y de impecable acabado, como todo en ella.
Una moto de entrada a la diversión
La Suzuki Gladius nació con una misión difícil, sería la llamada a reemplazar a la célebre GS 500, que dejó de producirse básicamente por el tema de emisiones, dado que hasta el final de su exitosa vida fue una excelente moto de entrada a las grandes ligas, que se vendió igual de bien en mercados de Europa y América, y que en nuestro país fue y seguirá siendo un modelo muy apreciado.
El reto era difícil y para afrontarlo eligieron usar uno de sus mejores propulsores, el mismo V2 que ya conocemos sobradamente de las V-Strom y que también propulsa a las menos populares SV 650, aunque no se conformaron con lo que había, ya era sobresaliente, y a base de magia negra (eso creo) lograron llenarlo aún más de torque a
régimen bajo y medio sin que perdiera uno solo de sus caballos, algo bien difícil de lograr, tanto como pretender que una hamburguesa tenga el doble de tocineta y sea más “Light” al mismo tiempo.
Curvas suaves
Para crear sus formas es inevitable sospechar que se inspiraron en la Monster de Ducati, de hecho yo apostaría a que en el estudio de diseño tuvieron parqueada una 696 mientras hacían el trabajo, pero también hay que reconocer que el resultado final está lleno de originalidad, una creación con personalidad propia, de impecables acabados, que acaricia los ojos de quienes la observan con todas esas formas de curvas suaves, que serpentean dibujando atractivos contornos en combinaciones de tonos llamativos y seductores.
Eso no quiere decir que la Suzuki Gladius sea del agrado de todo el mundo, en asuntos de gusto nadie tiene la última palabra, pero no se discute que consiguieron un diseño que logra romper esquemas dentro de la marca y que no pasa desapercibido en la calle, al que bautizaron con el nombre de una espada corta usada por los gladiadores en la arena para entretener al pueblo romano, seguramente pensando en la batalla que tendría que afrontar cuando estuviera en la calle para enfrentarse a modelos tan eficientes como la ER-6n de Kawasaki o la XJ6 de Yamaha, incluso a la misma Monster de Ducati.
La primera etapa concluyó con un cielo tan despejado como había comenzado, sin percances, salvo por un “buff” (cuello de tela) que creía haber perdido en un restaurante y que más adelante apareció como por arte de magia del interior de una manga de la chaqueta, cuando nos disponíamos a seguir la ruta tras disfrutar una deliciosa sandía a mitad de camino.
Esto me alegró bastante, pues dicha prenda me acompaña en mis viajes desde hace años, fue conmigo hasta el fin del mundo y, aunque suene gracioso, resulta inevitable encariñarse de un pedazo de tela, sin contar la falta que me hubiera hecho en lo que restaba del viaje.
Pero lo realmente importante del día 1 fue que sirvió para descubrir una moto muy versátil, deliciosa a ritmo lento, ultra-lento (como al pasar por Villeta), también a paso un poco más rápido de lo legal y que inclusive no lo hace mal en el destapado, terreno en el que recorrimos 10km por una vía que nos llevó desde Subachoque a Zipaquirá, evitando el tráfico de la sabana en cercanías de Bogotá; adicionalmente pude comprobar que es bastante estable, muy ágil y fácil de llevar por donde uno quiera, que traza las curvas como si fuera un cuchillo cortando un bloque de mantequilla y algo muy importante en un país donde la gasolina se ha convertido en un objeto de lujo, que es bastante económica, promediando todo el tiempo más de 80km por galón.
Igualmente me quedó claro que la silla del piloto fue pensada para la ciudad y para trayectos cortos, no para estar 10 horas encima de ella y terminé los últimos 100km explorando diferentes posturas para encontrar un poco de alivio en aquella apreciada zona.
El escape sobresale por sus originales formas y por el agradable sonido que produce. La silla esta claramente pensada para trayectos cortos y para un uso urbano. Al doble disco frontal le falta mordiente, pero es ideal para pilotos con poca experiencia. El diseño frontal esta muy bien logrado y las luces cumplen con su cometido. El motor combina suavidad, mucho torque, gran aceleración y reducido consumo. La cola se ve muy bien, pero a la hora de evitar el salpique de agua se queda corta.
La segunda jornada comenzó sin afanes, a las 8am estaba lubricando la cadena y comprobando que los niveles de aceite y refrigerante estaban perfectos (y así se mantuvieron en todo el viaje).
Luego de un suculento desayuno y un buen baño salimos renovados. La vía se mostraba ideal para apretar un poco el ritmo, con un trazado de curvas de impecable asfalto, iluminados por un sol radiante y rodeados de los verdes paisajes del altiplano, era momento de comenzar a ver las cualidades del bicilíndrico, que el día anterior se había mantenido entre 4 y 6 mil rpm, donde sobresale por su suavidad y empuje.
Contundente
Intencionalmente comencé a quedarme rezagado del grupo en los adelantamientos y mientras los alcanzaba de nuevo comencé a degustar todo el sabor de la Suzuki Gladius, que me sorprendió gratamente con la contundencia de su aceleración por arriba de 6.000rpm, donde comienza a empujar como si fuera un motor de mayor cilindrada y se estira deliciosamente hasta más arriba de 10.000rpm.
Con tanto músculo, sumado a la caja de 6 marchas muy bien escalonadas, daba gusto devorarse las pequeñas rectas para luego aplicar el freno delantero con firmeza, obteniendo así lo mejor de los dos discos y de inmediato encarar las curvas con toda precisión. En algunos tramos aparecían tres o más curvas encadenadas y era puro placer ir cambiando la moto de un lado al otro, con las “pegajosas” Dunlop Qualifyer agarradas del asfalto para nuevamente sentir todo el empuje del motor tan pronto como comenzaba a abrirse el camino.
Entre Chiquinquirá y Ráquira se acabó la dicha del buen asfalto y los baches, huecos y rizados comenzaron a aparecer, ahí noté que la suspensión trasera rebota brusco y luego de recibir varios golpes y salir algo descolocado en más de una curva cuando no logré esquivar algunas “jorobas”, decidí, con ayuda de la herramienta que está bajo el asiento, bajarle un punto a la dureza del resorte (ambas suspensiones son fácilmente ajustables en este aspecto) y así logré que la moto me tratara un poco mejor por el bien de los riñones, sin que ello le hiciera perder precisión en el paso por curva.
Las carreteras de montaña con abundancia de curvas son el terreno favorito de la Suzuki Gladius.
Después de rodar bastante por retorcidas vías secundarias, que son un banquete cuando se tiene un arma afilada como la Suzuki Gladius, salimos a la autopista que lleva desde Tunja a Sogamoso y en un tramo recto y despejado, a pesar de estar a 2.800m de altura, mi compañera pudo superar la barrera de los 200km/h bastante rápido, tanto que me fue difícil enfrentar la embestida del viento que golpea directamente el torso ante la ausencia de cualquier protección aerodinámica y eso me obligó a buscar algo de resguardo tras el minúsculo tablero que, como cabe suponer, de poco sirve en dicha labor.
Finalmente el agua se hizo presente y nos sometió a lo que parecía el cañón de una tanqueta antimotines, así pasamos Tibasosa y cruzamos Sogamoso navegando por sus calles inundadas, pero lo más triste fue tener que recorrer la subida hacia el lago de Tota con el piso mojado desperdiciando las jugosas curvas que se transitaron a paso prudente, aunque de manera fácil gracias a la dulzura de la Gladius, tan solo el frío de las manos, dentro de unos guantes inundados, fue lo único que ensombreció un poco las cosas, pero de manera inesperada, tan pronto giramos a la derecha en el desvío que conduce al majestuoso lago, donde pasaríamos la noche, la lluvia paró de golpe y nos encontramos frente a un atardecer despejado y un asfalto recién colocado enmarcado por uno de los más bellos paisajes de nuestro país.
Llegando al Casanare
Estando a solo 120km de Yopal, el siguiente destino, se pensaría que nuestra tercera etapa sería cosa de 2 horas, pero en Colombia las cosas no son lo que parecen y mucho menos cuando se habla de carreteras, por eso no es extraño que hayamos tardado unas 5 horas (sin contar paradas) para llegar a la capital de Casanare, en parte a causa de incontables pasos de pocos metros que se encuentran sin asfaltar y especialmente por culpa de 12km en los que una magnífica vía de montaña se transforma en un camino de la edad de piedra que hasta en la época de Bolívar hubiera sido malo.
Pero de nuevo la Gladius sacó a relucir una capacidad de adaptación difícil de encontrar en una Naked y superó los peores pasos con decoro, tan solo me preocupaba lo expuesto que se encuentra el filtro de aceite en la parte baja, pero con algo de suerte nada golpeó por debajo y eso que en algunos adelantamientos de camiones, para evitar el baño de polvo, me olvidaba que no estaba en una enduro.
Casanare nos recibió con hermosos paisajes y los gualanday florecidos.
Buena moto y hermosos paisajes
Los siguientes seis días transcurrieron en un paisaje desacostumbrado para los que vivimos entre montañas, el piedemonte acompañándonos por tramos a un lado y llanura hasta donde alcanza la vista al lado opuesto; ríos cristalinos de sonoros nombres, que forman inmensos cauces y donde siempre encontrábamos gente refrescándose en sus aguas; árboles como el flormorada o gualanday a la orilla del camino, colmados de color en pleno “verano grande”, que es como le dicen los lugareños a esta época del año, y efectivamente disfrutamos casi todo el tiempo de días soleados y noches estrelladas, con una fresca brisa acariciándonos.
En medio de ese bello paisaje y por la llamada Vía Marginal de la Selva, que conduce a Tame, nos topamos con la que podríamos calificar como una de las mejores carreteras del país para rodar rápido en una moto, son cerca de 15km de impecable asfalto, sin una pizca de suciedad, prácticamente sin tráfico, sin fincas, casas, negocios o nada que denote presencia humana a los costados, con un trazado que se parece más a una pista de carreras, con subidas, bajadas, cortas rectas y constantes curvas de todos los calibres, la mayoría rápidas, algunas enlazadas y otras ciegas con cambio de rasante.
Después de haberla recorrido en la mañana a velocidad legal (que ya va hasta los 100km/h), al regreso y con el asfalto bien caliente, decidí que era el lugar perfecto para exprimir a fondo la Gladius, dos de mis compañeros, cuyo tipo de sangre es “extra”, se unieron a la fiesta con sus motos, Andrés en su Fazer 1000 y Diego con su BMW R1100R, dos máquinas muy rápidas, en especial la Yamaha con su motor de 4 cilindros derivado de las primeras R1 carburadas.
Boyacá no solo nos regaló paisajes de postal, sino que además nos brindó excelentes carreteras para disfrutar al máximo la Gladius, como la que bordea el Lago de Tota, aunque también tuvimos una buena dosis de tierra rumbo al Casanare.
El punto de referencia era un puente con un separador central muy peligroso, a partir de ahí comenzaba nuestra pista, dejé que Andrés en su Fazer se hiciera al frente para ver hasta donde podía seguirle el paso con mis 650cc y tan pronto escuche rugir el cuatro cilindros aplique a fondo el acelerador sintiendo el delicioso sonido ronco de mi compañera.
Para mi sorpresa la Gladius no se desconectó mucho de la mil en la primera recta y tampoco lo hizo cuando comenzaron las curvas, el agarre de las Dunlop era excelente, sumado a un chasis muy firme y bastaba con bajar una marcha y tocar un poco los frenos para encarar cada una de las curvas con gran solidez en ambos ejes.
Tampoco deje de ver la Yamaha después de pulverizar una recta mucho más larga donde me faltó poco espacio para exprimir por completo la quinta y donde honestamente esperaba ver esfumarse la mil, pero al final eso no sucedió, aunque me temo que Andrés tuvo algo de consideración con el acelerador, de todas maneras al terminar, nadie, ni siquiera una valla con Chávez desnudo hubiera podido borrarnos la sonrisa del rostro.
En especial a mi, que sin proponérmelo, cada vez me enamoraba más de una moto en la que honestamente no creía mucho antes de subirme, siempre había pensado que sería una versión descafeinada y floja de la SV 650 y vaya sorpresa me estaba llevando, con la ventaja de que la Suzuki Gladius se mostraba infinitamente más versátil que su pariente, tan solo pidiendo unas suspensiones un poquito más sólidas y más mordiente en los discos delanteros para un motor y un chasis que son de primera en conducción deportiva, pero viéndolos desde la óptica contraria, la de una moto urbana y que para muchos será de aprendizaje debo admitir que están en un nivel correcto.
Nuestra travesía llanera continuó con una excursión a Puerto Gaitán. Horizonte plano a 360 grados, asfalto perfecto y rectas larguísimas, pero como no todo puede ser perfecto, también nos topamos con incontables reductores de velocidad tan desagradables como encontrarse piedras en un flan de caramelo y además fuimos azotados por fuertes vientos laterales o en contra, pero rara vez a favor.
Con una vía como esta y una moto como la Suzuki Gladius es difícil contenerse.
Superando los 200 km/h
En lo que parecían pistas para marcar registros de velocidad tuve la certeza de dos aspectos muy importantes, el primero que la Suzuki Gladius no tiene problemas para pasar de 200km/h y el segundo que mi cuello si tiene problemas para soportarlos encima de ella. En ese tramo me daba envidia al ver a Juan Camilo y su esposa Margarita rodando confortablemente en su V-Strom y pensaba en lo poco preocupados que estarían por el viento mientras yo buscaba infructuosamente como evitarlo.
La realidad es que la Suzuki Gladius no nació para ser viajera, puede hacerlo y eso me quedó claro, pero hay motos mejores si eso es lo que buscamos, de todas maneras en muchos momentos de este viaje, en especial donde predominaron las curvas, no la hubiera cambiado por nada que tuviera maletas y parabrisas, y esos momentos justifican todo lo demás.
Irónicamente, estando en una de las zonas más ricas en petróleo de país conseguir extra era una odisea y la corriente la pagábamos carísima, pero al mismo tiempo no dejábamos de ver el imparable desfile de carrotanques cargados con crudo que le producen millonarias ganancias a Ecopetrol, muchas de las cuales salen de nuestros bolsillos al pagar precios como si tuviéramos que importar el combustible desde la luna.
De todas maneras esto sirvió para comprobar que la Gladius no tiene
problemas para funcionar con el pobre octanaje de la gasolina corriente nuestra, aunque lo ideal es darle de beber, en lo posible, siempre extra, lo cual redundará en un mejor desempeño y un menor consumo.
En la penúltima etapa nos dirigíamos a lo que parecía ser el agujero negro de la red vial nacional, una vía alterna para subir a la capital que cruza por el embalse de Chivor.
Tratamos de indagar sobre su estado en internet así como a muchas personas de la zona, incluso a la misma Policía de Carreteras que patrulla esa región y nadie supo decirnos lo que nos esperaba, los pronósticos más desalentadores hablaban de 23km destapados y el resto pavimentado con algunos huecos, de manera que partimos hacia lo desconocido con la promesa de paisajes agrestes y exuberantes, al mismo tiempo motivados sabiendo que por esta ruta no tendríamos que cruzar la capital en el camino de regreso a Medellín y sinceramente solo eso ya compensaba muchos kilómetros de tierra y piedras.
La parte de los paisajes no solo se cumplió sino que sobrepasó las expectativas, gracias a unas montañas que se elevan formando estrechos cañones, donde la vegetación todavía no muestra las señas de la codicia humana, a eso hay que sumar bellos ríos de aguas cristalinas que descienden por lechos rocosos y también se le añaden los incontables túneles que nos permiten ascender hasta el mencionado embalse en un tramo que parece sacado de un “filme” de Indiana Jones.
La otra parte si estuvo lejos de los pronósticos, no fueron 23 sino más de 100km de carreteras que servirían para el Dakar, por suerte estaban secas, ya que siempre es mejor soportar un poco de polvo que el resbaloso pantano con llantas totalmente lisas.
La verdad es que esto ya sobrepasó los límites de la Suzuki Gladius y no porque fallara o se viera en problemas en algún momento, al contrario ella se defendió muy bien y dejó ver una faceta “off road” inesperada, pero la vibración constante terminó soltando un tornillo del guardacadena que se reemplazó a tiempo por una correa plástica de presión.
El resto del viaje no supuso mayor problema, inclusive puedo decir que terminé acostumbrándome al duro asiento y a sus peligrosas formas que insistían en atentar contra mis partes nobles.
Suzuki Gladius en cifras
Haciendo cuentas vimos que el promedio de consumo total para los 3.130km que rodamos fue de 81,6km por galón, con mínimos de 69 y máximos de 91km/g, lo que habla muy bien de la eficiencia de este propulsor que no solo se mueve con ganas sino que además hace rendir el combustible de una manera destacable.
También tuvimos tiempo para rodar en ciudad y con pasajero y en ambos aspectos se mostró muy eficiente, realmente agradable de llevar entre el tráfico como si fuera una moto más pequeña, y para el pasajero, aunque no lo aparenta, dispone de un buen lugar, dotado de generosas agarraderas y que mejoraría con unos tacos un poco más grandes y recubiertos de caucho.
Precio en Colombia
Hubo algunos aspectos adicionales a los que ya mencionamos que no nos gustaron y los encontrarán en un recuadro aparte, al igual que varios puntos para destacar.
El tema que dejamos en suspenso, ya para terminar, es el del precio ($26.990.000), que se nos hace algo elevado si miramos lo que el mercado ofrece por sumas similares y en ese aspecto no podemos decir que la Suzuki Gladius vaya a ser una sucesora real de la GS 500, talvez en otros mercados eso será cierto en todos los aspectos, incluido el económico, pero después de pagar los costosos aranceles, IVA y demás peajes de nuestro gobierno, es imposible pretender que su precio esté cerca al de la veterana 500.
Inclusive con este punto en contra sabemos que las primeras unidades no duraron mucho en las vitrinas y de lo que sí estamos seguros es que sus dueños no se sentirán defraudados después de que las disfruten tanto como nosotros.
Comentarios
- Resulta muy efectiva la base amplia del gato lateral que permite estacionar en suelos blandos.
- Una gran falla es que no tenga gato central.
- Los espejos son tinturados para reducir los brillos y cumplen muy bien su función.
- El tablero nos gustó bastante, no solo ofrece mucha información sino que es muy fácil leerla, tan solo le hace falta tener medidor de nivel de gasolina.
- Algo interesante es que los contadores parciales no se borran al llegar a 999km., sino en 9.999.
- Es muy ajustada y silenciosa, solo percibimos una vibración esporádica en las cubiertas del mofle.
- Un punto muy positivo es que el motor no transmite casi nada de calor a los ocupantes.
- Se agradece bastante que traiga luces estacionarias.
- En la base del asiento hay unas tiras de lona que se extraen y sirven para sujetar pulpos.
- La herramienta incluye la llave para ajustar la dureza del amortiguador trasero y un soporte para sujetar el tanque de gasolina que se levanta mediante una bisagra, permitiendo un fácil acceso al filtro de aire.
- Bajo el asiento hay un pequeño espacio como para llevar un chaleco reflectivo.
- Al motor le colocaron doble cubierta en el embrague y lo mismo hicieron en el piñón de salida, logrando reducir considerablemente los ruidos mecánicos.
- Aunque da la impresión de ser muy baja, logró pasar por casi todos los policías acostados sin raspar.
Ficha técnica Suzuki Gladius
Motor : V2 a 90º, 4T, DOHC, Refrigerado por agua
Cilindrada : 645 c.c.
Rel. compresión : 11.5 : 1
Torque Máx. : 6.38 kg/m a 6.500rpm
Potencia Máx. : 69hp a 8.700rpm
Alimentación : Inyección electrónica
Transmisión : 6 velocidades
Embrague : Multidisco en aceite
Susp. Del. : Telescópica invertida de 41mm regulable en precarga
Susp. Tra. : Monoamortiguador regulable en precarga
Freno Del. : Doble disco 290mm diam.
Freno Tra. : Disco 240mm diam.
Peso : 202 kg en seco
Capacidad Tanque : 3.19 galones (14.5 L)